lunes, 18 de enero de 2010

Domi y Erik

La fragilidad del cuerpo de Dominique resultaba un tentador escollo a los ojos de Erik. Quien sino él, era el único que podía penetrar la mirada gélida de "Domi" como la conocían en la compañía.
Embargado en estos pensamientos deambulaba Erik por las calles de Saint Remis de la Rochelle cuando la noche lo soprendió cubriéndolo con su manto oscuro, cerrado, impredecible.
Como dejar de pensar en esos ojos amablemente perturbadores, dueños de una infinita profundidad. Una suave brisa meciendo sus cabellos completaban el cuadro.
...
Dominique llega a su lugar, a su casa y comienza lentamente con su ritual nocturno de desvestirse buscando ese descanso "que bien merecido tengo" solía decirse a si misma.

Se hallaba en esos placeres cotidianos, cuando su rostro se vió reflejado en el espejo de su habitación. Quedó unos instantes casi eternos mirándose, así ... despojada de todo el arsenal de medidas que la protegen de la cotidaneidad, vio la imagen que de ella misma había perdido hace tiempo ... al fin y al cabo soy una mujer ... se repetía extrañada como si las palabras vociferadas salieran de otro .
Algo notó en esa imagen suya que el espejo se obstinaba en devolver. Una sonrisa comenzó a dibujarse en ese rostro cansado.
Claro... otras veces ya había ocurrido, pero "esta vez es distinto" pensó.
Luchó contra el impulso inicial y se resistió sólo unos instantes antes de tomar el teléfono celular. Y entonces marcó ....

- "Hola ? Erik? - preguntó con timidez casi adolescente
- "Si. Domi? - se oyó del otro lado.
- "Pensaba en vos. Quiero verte" - se apresuró a a decir Dominique cerrando los ojos de manera de facilitar el traspasaso de los límites que se venía autoimponiendo
- "Yo también D. " - respondió Erik con el corazón fuera de si.
- "En una hora en la estación de la Rochelle. Puede ser?" - redobló la apuesta Dominique
- "En una hora" - respondió un Erik conmovido por al celeridad de los hechos y sorprendido por la singularidad de lo ocurrido.
...
Y hacia allá salió ella, segura de que la vida le había abierto una puerta impensada. Estaba enamorada. Ya no quería caminar sola.
...
El encuentro estuvo plagado de torpezas iniciales. Hacía tiempo que ninguno de los dos participaba de esos rituales del amor.
Se dijeron muchas cosas, se rieron toda la noche, estaban felices de haberse permitido soñar .
Las primeras luces del amanecer los encontraron desayunando sobre un café a orillas del río Remie, ahí donde los enamorados de la ciudad terminan (o empiezan) sus días.
Se juraron no estar separados nunca más y así caminaron del brazo hasta la casa de Erik.
...
...
...
Ahh, me olvidaba .. Domi tiene 87 y Erik 88 .

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