martes, 13 de abril de 2010

El viaje - Capitulo 3

Aturdido como estaba por el desenlace no querido de su encuentro con Isabelle, Michel detuvo un taxi. Acomodó su equipaje y subió.
Le indicó su destino al conductor y esperó a que comenzara a circular.
Su mirada, perdida en el vidrio, miraba pero no veía. En su cabeza solo circulaba la dulce sonrisa de Isabelle. Al fin llegó al lugar de su estadía en París: un pintoresco petit hotel sería su refugio.
Descendió y subió los 14 escalones que lo separaban del hall principal. En coincidencia con el último paso, una silueta regordeta pero familiar fue en su ayuda.
- "Michel!!!!!!
-"Tía Belle!!!!".
El inconfundible rodete en el cabello y las gafas haciendo equilibrio en la punta de la nariz eran el sello inequívoco de que para la tía Belle, los años, estaban sólo en el calendario.
-"Qué alegría sobrino!!" - y el abrazo potente contra sus pechos trajo a la mente de Michel las mismas sensaciones odiosas de su niñez.
Belle tuvo el impulso de apabullarlo con preguntas sobre su hermano, pero Michel, rápido e intuitivo, dijo:
-"Mañana hablamos, si? Estoy muy cansado, tía.
-Si,si, si. Ven que te muestro tu habitación.
Su nuevo hogar temporario era pequeño pero exquisitamente acogedor. Con un aspecto minimalista pero con todo lo que precisaba.
Una ráfaga de inquietud fue velozmante disipada cuando Michel introdujo su mano en el bolsillo de su abrigo y palpó que el sobre de Isabelle seguía allí.
Desempacó sus cosas, las acomodó prolijamente en su guardarropas y decidió tomar un baño.
Mentras el agua corría en la bañera, destapó una botella de champagne helado que su tía le había obsequiado a modo de bienvenida. Llenó una copa, se desvistió, se miró al espejo y se sumergió en el agua tibia.
Levantó la copa por ella y cerró los ojos. Así quedó unos 20 minutos, comenzó a secarse y se vistió con una bata.
Sobre el esritorio dispuso su laptop, la encendió y esperó detectar la señal de Internet. Extrajo del bolsillo, el sobre y el papel que Isabelle le había dejado y ubicó la dirección sobre el mapa de París.
No notó nada extraño. sólo que la dirección no existía!!!!. Su cara se transformó en asombro y decepción. "No lo puedo creer" mascullaba en silencio.
Dejó el papel mirando hacia arriba y al mismo tiempo que la angustia cedía, se iba adormeciendo sentado en el escritorio. Cuando se despertó y miró hacia el techo, cerró los ojos en forma intermitente y en un punto permanecieron mirando fijo al espejo encima de él. Una sonrisa se le dibujó en la boca y comprendió todo. En el espejo podía leerse una nueva dirección. Rapidamente la buscó con su portatil y ahora si encontró su destino: el Museo del Louvre.
Sólo le quedaba sortear de alguna manera rápida y discreta el desayuno con la tía Belle.

Continuará ...

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