El escenario no podía ser mejor .. plaza, sol, niños riendo, la vida en la más genuina de sus formas
Encorbado sobre el banco con el peso de los años en su cara estaba Don Armando como un fiel observador de lo cotidiano, despertando con su imagen la familiaridad de esos ojos que todo lo han visto.
Los niños lo saludan... saben que el saludo regresa en forma de caramelos y golosinas exquisitas ...
Don Armando es feliz en esa plaza. Toda su vida giró alrededor de ella. La vió nacer desde que no había nada, vió crecer los árboles uno a uno, hasta podía recordar las primeras flores.
Muchos padres con sus hijos, sabían del secreto dulce del saludo de Don Armando.. claro ... antes habían sido chicos en esa plaza también.
Sin embargo, la alegría diaria de Don Armando se transumaba en tristeza cuando veía aquél espacio de "su" plaza vacío, sólo con la huella cruda de la tierra sin nada, sólo con la marca de lo que alguna vez existió y hoy ya no está.
No podía dejar de mirar ese rincón sin que una lágrima rebelde se colara por la línea de sus ojos y le estrujara el corazón, ese viejo corazón que resisitía los embates del tiempo y la salud a pesar de su vejez.
Estuvo un tiempo más saludando "dulcemente" a los niños de la plaza cuando una palmada suave y acogedora lo invitó a levantarse para partir. Ya era hora ...
Don Armando sigue repitiendo su ritual todas las mañanas esperando que alguna vez antes de su partida, ese viejo rincón marcado por la nada se transforme otra vez en su querida calesita de siempre ... aquella que él todas las mañanas se encargaba de preparar para recibir a los niños de ayer.
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Precioso, me embobé, me subí a la calesita.
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